No sé si alguna vez habréis probado unas magdalenas tan tiernas, esponjosas, suaves, con un ligero aroma a limón y que aguanten tres días como el primero (si es que en casa llegan hasta ese día). Me recuerdan a mi niñez, a los meses que pasaba en el pueblo de mi padre. Allí, en la panadería, hacían un pan riquísimo (olía casi en todo el pueblo) y unos dulces impresionantes. Uno de ellos eran unas magdalenas altas y super esponjosas. Estas emulan, un poco, lo que eran aquellas.
En casa hace muchos años que las preparo ¿por qué no había yo compartido esta maravilla de receta aún con vosotros? Sea como fuere aquí las tenéis para que disfrutéis de esta delicia de bocado.
Me resultó curioso cuando las vi en el blog de Rosa ¿magdalenas con nata? (me dije), esto no puedo yo dejarlo pasar y en cuanto pegué el primer bocado me transporté en el tiempo al pasado. La esencia de la magdalena, la de toda la vida, la encontrareis en la siguiente receta.
Ingredientes:
– 350 grms de harina.
– 250 de azúcar.
– 250 grms de aceite de girasol.
– 100 ml de nata.
– 1 sobre de levadura química.
– 250 grms de huevos.
– La ralladura de 1 limón.
Preparación:
Mezclaremos en un cuenco los huevos con el azúcar hasta que esponjen. Posteriormente agregaremos la ralladura del limón, o extracto, y batiremos. Añadiremos los ingredientes restantes menos la harina y levadura y uniremos todo bien. Es el momento de añadir harina, la levadura (ambas tamizadas) y removeremos para amalgar todo bien. Dejar reposar la masa durante 10 minutos. Mientras precalentamos el horno a 230º. Poner la masa en cápsulas de papel y llenar hasta 3/4 de su capacidad. Espolvorear por encima con azúcar. Cuando metamos las magdalenas bajar a 210º y hornear 10-15 minutos. Una vez hechas enfriar sobre rejilla.